viernes, 19 de diciembre de 2008

El chico del espejo III (Desenlace)

Tendido sobre la cama había un muchacho, que tendría cerca de diecisiete años, resolviendo un rompecabezas, que se sobresaltó al notar la puerta abrirse tan de pronto. El chico dirigió la vista hacia el umbral de la puerta, buscando a aquél que había interrumpido su actividad. Entonces, sus ojos se cruzaron con los de la recién llegada. Sonrió.

Fue la sonrisa más bonita que ella había visto nunca.

Cerró la puerta tras de sí y se acercó al chico, que estaba incorporándose en ese momento. Se aproximó a él con la intención de ayudarle a resolver ese rompecabezas.

-- Sabí aque no me habrías olvidado. -- dijo él -- ahora que estamos juntos de nuevo, no me separaré jamás de ti... Lo prometo -- le susurró al oído -- y esta vez es de verdad...

Ella sonrió por primera vez en mucho tiempo. Se sentó a su lado y acercó su cara por un lateral de la de él, para poder ver los intentos del chico por terminar el puzle, de modo que sus mejillas se rozaron dando lugar a una mutua caricia que les provocó un escalofrío. Ella acercó sus labios al oído de él y susurró:

-- Este rompecabezas será más fácil si te ayudo, ¿no? -- en su tono de voz se distinguía una nota burlona. Se rió.

Él giró su cabeza, de modo que los dos podían sentir la respiración del otro. Se miraron a los ojos. Fue una mirada tierna, cargada de sentimientos reprimidos durante largo tiempo, que duró unos minutos; los suficientes como para que ambos enrojecieran.

Después, súbitamente, él la besó.

Fue un beso suave, tierno, que pareció prolongarse hasta el infinito. Desearon qu eno acabase nunca. El beso se fue haciendo cada vez más y más apasionado. Ella sentía las caricias de él, y sentía que le quería, que estaba perdida en él para siempre.

Entonces, lentamente, él se fue echando sobre ella encima de la cama. Continuaron besándose y abrazándose, acariciándose y mimándose. Pero ella no sabía si estaba preparada para lo que venía después. Él tampoco lo sabía, así que, muy a su pesar, paró.

-- Yo... lo siento, me he em...-- nunca llegó a terminar la frase. La cara de ella se había acercado a su cuello y había depositado sus labios sobre él, comenzando a darle pequeños besos, descendiendo lentamente.

-- No.. No hables.-- murmuró.

Entonces sintió el peso del chico sobre ella, cómo sus músculos estaban en tensión. "Sí, estoy preparada." pensó ella. "Creo que sí, estoy preparado." pensó él. Y comenzaron a acariciarse y a besarse aún más apasionadamente, despreocupados, ansiosos, expectantes, excitados. Las caricias de él eran suaves y temblorosas, pero eso la gustaba, era tan dulce... Las caricias de ella eran tímidas y fugaces, y eso le intrigaba y le movía, le excitaba.

***

Se despertó sobresaltada. Algo... había algo que no acababa de encajar. Algo de lo que no se acrodaba. Miró, sudorosa, por la ventana, desde la que se divisaba un lejano amanecer. Y el sol... salía tan despacio por el horizonte, tan cálido... Y lo recordó. Se miró, incrédula: estaba en su cama, desnuda, tapada parcialmente con una sábana.

-- ¿Pero qué...? -- comenzó a murmurar. Pero entonces vio al chico tumbado a su lado, en las mismas condiciones que ella, y se ruborizó. La noche anterior le pasó por la mente: Había sido doloroso al principio, pero luego había sido tan dulce y apasionado... Sonrió para sí. Había sido la primera vez para ambos, y, aunque los movimientos habían sido torpes y miedosos, el amor que habían respirado al fundirse por primera vez, y que aún persistía en el ambiente de la habitación, no lo olvidaría nunca.

En medio de sus pensamientos y reflexiones, un brazo la agarró por los hombros, con delicadeza y cariño.

Se giró, y vio frente a ella al hombre de su vida, sonriente, maravillado, mirándola de manera tan especial que la hizo sentir que nada más existía. Olvidaron las palabras y se besaron. Y así continuaron, hasta que ella se acordó de algo.

Y se despertó sudando sobre su cama. Era medianoche. Miró a su alrededor: estaba completamente sola. Bajó de la cama y se acercó al espejo: allí estab aél, observándola, de una manera tan especial... Que la recordó una cosa. Se entristeció; sólo había sido un sueño. Le sonrió, con la melancólica mirada tristemente perdida en él, quien le devolvió la sonrisa con un aire de picardía en su mirada. Entinces levantó el cuaderno: "¿Te acuerdas? Fue precioso". Dejó el cuaderno y desapareció por un lateral. Ella suspiró:

"Sí... pero sólo ha sido un bonito sueño... ¿o no?" Y sonrió.

martes, 19 de febrero de 2008

El chico del espejo II



A partir de ese día, a ella se la vio feliz por primera vez en mucho tiempo. Nadie sabía lo que había pasado, nadie sabía de la existencia de ese muchacho extranjero que la había hecho la promesa de no abandonarla...
Así pasaron los días; ella deseaba que las clases terminaran pronto porque sabía que él estaría esperándola con una sonrisa... Pero un día se encontró con que él no estaba. Se había ido. Sin ella... tal vez para siempre. No pudo evitarlo: sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Tal vez.. Tal vez sólo fue un sueño... - Susurró, y se volvió hacia el espejo; pero allí nadie le devolvió la mirada.

En ese momento rompió a llorar como nunca lo había hecho en su vida, ya que no solía llorar más de lo necesario, pero en ese momento era necesario.
***
El año siguiente lo paso vagando de la clase a su cuarto y viceversa como un alma en pena; la gente se preguntaba qué había sido de su fugaz felicidad... Lo que no sabían era que no había vuelto a ver a el chico del espejo, que ahora el espejo aparecía muerto y sombrío en su ausencia.
Pensó en cambiar de Escuela para olvidar todo lo sucedido entre aquellas paredes; en romper el espejo para que él no reapareciera con sus falsas promesas tan frágiles y de cristal como su existencia misma, de la que hasta ella dudaba; empezaba a creer de verdad que todo había sido una alucinación...
Una noche decidió poner fin a esa angustia. Regresó a su habitación, triste y llena de amargura, como todas las noches. Pero al acercarse a la puerta observó que se filtraba la luz desde el interior por la rendija de la parte inferior, y eso la desconcertó. Acercó la cara para descubrir si había algún intruso dentro, y a través de la gruesa capa de madera percibió unos ruidos leves en el interior.
Asustada, pero a la vez esperanzada, abrió la puerta de golpe, y entró.

~~~~continuará~~~~

sábado, 8 de diciembre de 2007

El chico del espejo

EL CHICO DEL ESPEJO



Llevaban tres años comunicándose a través del espejo, desde que se conocieron por casualidad un día en que ella hablaba por medio del objeto con otro ser.
A partir de entonces se habían convertido en los mejores amigos del mundo, a pesar de que nunca se habían podido tocar; ni siquiera habían escuchado la voz del otro, ya que por alguna razón el espejo se lo impedía.
Ella se pasaba las horas frente al espejo mágico observándole a él mientras escribía en un cuaderno lo que quería decirle para mostrárselo.
Al otro lado de un agujero interdimensional, él hacía exactamente lo mismo.
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Por aquel entonces, los dos tenían alrededor de dieciséis años. La chica vestía una túnica negra hasta los tobillos adornada en plata, con un cinturón azul en la cintura; él llevaba una túnica marrón adornada con naranja y su cinturón era blanco. Esto dejaba claro que no eran simples humanos, sino hechiceros pertenecientes a diferentes Órdenes: ella era de la Orden del Cryshiel, y él de la Orden de los Märrjhäs.
Ella vivía aislada del mundo, y lo único que la importaba era el muchacho del espejo; todo lo demás le era indiferente. Los demás integrantes de su Orden le dieron la espalda, su gente murmuraba que había enfermado y que estaba loca; pero a ella no la importaba: estaba loca, sí, pero era una locura sana puesto que se trataba de una locura del corazón. Ésto era así porque, de aquella inocente amistad que había surgido hacía tres años entre los dos jóvenes, había nacido otro sentimiento mucho más poderoso que la guiaba y que era la causa de su locura. Porque ahora no veía al chico sólo como a un amigo, sino... como algo más...
Sabía también que el chico la correspondía, o al menos eso creía, por los mensajes cariñosos que la escribía y sus miradas tiernas.
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Pero ninguno de los dos se atrevía a cruzar la puerta, puesto que después sería muy difícil regresar.
Un día, ella decidió que cruzaría la puerta tras las clases, puesto que en ese mundo no dejaba nada importante, ya que nunca había conocido a sus padres, y si lo hacía podría ganar mucho...
Estaba impaciente por huir de todos esos humanos que no entendían nada, porque si no acabaría muriendo del todo por dentro, ya que lo único que alimentaba su esperanza era aquel chico que la miraba como a un igual, sin miedo, sin odio...
Ése día tenía excursión, por lo que llegaría denoche a la escuela, pero tendría el tiempo suficiente para que no la descubrieran sus Maestros...
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Cuando regresó de la excursión subió a sus aposentos a toda velocidad. Abrió la puerta de su habitación y entró. Tras cerrarla, se dio la vuelta, y lo que vio allí jamás lo olvidaría...
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Sentado sobre la silla de su escritorio, se encontraba un chico joven, moreno, con el pelo corto y que vestía una túnica marrón y naranja... La estaba esperando sonriente, y al verla entrar sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad. No apartó sus ojos castaños de los de ella, castaños también, hasta que sus miradas se encontraron. Se ruborizaron. Fue una mirada larga, intensa y llena de significado. No se atrevían a hablar, hasta que él se levantó de golpe, se dirigió hacia ella y la abrazó. Ella sintió que la abrazaba como nunca antes lo habían hecho, y rompió a llorar. Entonces, él habló por primera vez:
-Yo... -Era una voz juvenil, suave y profundamente emotiva.- Te he estado esperando...
Ella lo abrazó con más fuerza aún, como para que no se escapara.
-Yo... También. -Respondió la joven.- No sabes cuánto tiempo... No sabes... cuánto.
~~~~~~~~~~~~CONTINUARÁ~~~~~~~~~~~~~~