Tendido sobre la cama había un muchacho, que tendría cerca de diecisiete años, resolviendo un rompecabezas, que se sobresaltó al notar la puerta abrirse tan de pronto. El chico dirigió la vista hacia el umbral de la puerta, buscando a aquél que había interrumpido su actividad. Entonces, sus ojos se cruzaron con los de la recién llegada. Sonrió.
Fue la sonrisa más bonita que ella había visto nunca.
Cerró la puerta tras de sí y se acercó al chico, que estaba incorporándose en ese momento. Se aproximó a él con la intención de ayudarle a resolver ese rompecabezas.
-- Sabí aque no me habrías olvidado. -- dijo él -- ahora que estamos juntos de nuevo, no me separaré jamás de ti... Lo prometo -- le susurró al oído -- y esta vez es de verdad...
Ella sonrió por primera vez en mucho tiempo. Se sentó a su lado y acercó su cara por un lateral de la de él, para poder ver los intentos del chico por terminar el puzle, de modo que sus mejillas se rozaron dando lugar a una mutua caricia que les provocó un escalofrío. Ella acercó sus labios al oído de él y susurró:
-- Este rompecabezas será más fácil si te ayudo, ¿no? -- en su tono de voz se distinguía una nota burlona. Se rió.
Él giró su cabeza, de modo que los dos podían sentir la respiración del otro. Se miraron a los ojos. Fue una mirada tierna, cargada de sentimientos reprimidos durante largo tiempo, que duró unos minutos; los suficientes como para que ambos enrojecieran.
Después, súbitamente, él la besó.
Fue un beso suave, tierno, que pareció prolongarse hasta el infinito. Desearon qu eno acabase nunca. El beso se fue haciendo cada vez más y más apasionado. Ella sentía las caricias de él, y sentía que le quería, que estaba perdida en él para siempre.
Entonces, lentamente, él se fue echando sobre ella encima de la cama. Continuaron besándose y abrazándose, acariciándose y mimándose. Pero ella no sabía si estaba preparada para lo que venía después. Él tampoco lo sabía, así que, muy a su pesar, paró.
-- Yo... lo siento, me he em...-- nunca llegó a terminar la frase. La cara de ella se había acercado a su cuello y había depositado sus labios sobre él, comenzando a darle pequeños besos, descendiendo lentamente.
-- No.. No hables.-- murmuró.
Entonces sintió el peso del chico sobre ella, cómo sus músculos estaban en tensión. "Sí, estoy preparada." pensó ella. "Creo que sí, estoy preparado." pensó él. Y comenzaron a acariciarse y a besarse aún más apasionadamente, despreocupados, ansiosos, expectantes, excitados. Las caricias de él eran suaves y temblorosas, pero eso la gustaba, era tan dulce... Las caricias de ella eran tímidas y fugaces, y eso le intrigaba y le movía, le excitaba.
***
Se despertó sobresaltada. Algo... había algo que no acababa de encajar. Algo de lo que no se acrodaba. Miró, sudorosa, por la ventana, desde la que se divisaba un lejano amanecer. Y el sol... salía tan despacio por el horizonte, tan cálido... Y lo recordó. Se miró, incrédula: estaba en su cama, desnuda, tapada parcialmente con una sábana.
-- ¿Pero qué...? -- comenzó a murmurar. Pero entonces vio al chico tumbado a su lado, en las mismas condiciones que ella, y se ruborizó. La noche anterior le pasó por la mente: Había sido doloroso al principio, pero luego había sido tan dulce y apasionado... Sonrió para sí. Había sido la primera vez para ambos, y, aunque los movimientos habían sido torpes y miedosos, el amor que habían respirado al fundirse por primera vez, y que aún persistía en el ambiente de la habitación, no lo olvidaría nunca.
En medio de sus pensamientos y reflexiones, un brazo la agarró por los hombros, con delicadeza y cariño.
Se giró, y vio frente a ella al hombre de su vida, sonriente, maravillado, mirándola de manera tan especial que la hizo sentir que nada más existía. Olvidaron las palabras y se besaron. Y así continuaron, hasta que ella se acordó de algo.
Y se despertó sudando sobre su cama. Era medianoche. Miró a su alrededor: estaba completamente sola. Bajó de la cama y se acercó al espejo: allí estab aél, observándola, de una manera tan especial... Que la recordó una cosa. Se entristeció; sólo había sido un sueño. Le sonrió, con la melancólica mirada tristemente perdida en él, quien le devolvió la sonrisa con un aire de picardía en su mirada. Entinces levantó el cuaderno: "¿Te acuerdas? Fue precioso". Dejó el cuaderno y desapareció por un lateral. Ella suspiró:
"Sí... pero sólo ha sido un bonito sueño... ¿o no?" Y sonrió.
viernes, 19 de diciembre de 2008
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